Humane Washing: Manipulación en la publicidad carnívora

Humane Washing: Manipulación en la publicidad carnívora

La tendencia del Humane Washing nos llega en fotografías y modelos de crianza de animales como algo sustentable, inofensivo y buena onda. Pero no. El uso de bebés o infantes junto a terneros, lechones o pollitos para “minimizar” el impacto de la industria de la carne es una estrategia publicitaria que se plantea macabra desde su sentido subliminal.

Imagen: IG @nelore_modelo

La Publicidad

Los primeros temas que se relacionan a este concepto de Humane Washing tienen relación con la publicidad, con la información, y cómo esto nos da una imagen de la industria ganadera que no se corresponde con la realidad, disfrazando un modelo de explotación de seres sintientes para el consumo humano.

Superando los alcances de la educación formal o de los medios de comunicación, la publicidad puede crear imágenes en la sociedad que derivan en una asociación errónea de la realidad de los fenómenos aludidos.

El ejemplo es muy simple: desde que las marcas han comenzado a mostrar una imagen de Responsabilidad Social, surgen certificaciones para “granjas libres de pastoreo”, o “Humane Meat”, que son cultivos de ganadería en condiciones “sustentables” (a su parecer) de cómo criar animales para su explotación y consumo. Se hace ver que los animales son felices, pero en realidad son asesinados, se hace ver que las personas disfrutan y comparten con estos animales, sin relación a la realidad de granjas de cautiverio y modelos de explotación.

Al alero de la revolución tecnológica, la publicidad ha aumentado la incidencia sobre las personas. Antes, las carnicerías de barrio pintaban sus paredes con gallinas sonrientes, o pollos bailando en las servilletas de un restaurante.

Hoy el concepto ha crecido tanto como el negocio, la publicidad de las compañías de carne aparece en carreteras y horario prime, con una imagen de familiaridad junto a la parrilla, con una industria que es buena para el planeta y para las personas, cuando la estadística y la ética demuestran que no es así.

Nuevo concepto

Me llamó la atención la raíz de este nuevo concepto. Por ejemplo, encontramos fenómenos similares como el “green washing”, esto es la comunicación de una marca respetuosa con el medio ambiente pero que no se traduce a la realidad.

El nacimiento de este concepto en 2018 aparece cuando Starbucks presentó un envase que no necesitaba de los sorbetes (pajitas, bombillas), pero luego se descubrió que el nuevo envase incluso requería más plástico y estaba muy lejos de ahorrar o reducir basura.

Entonces, el término “green” es el que apunta al sujeto manipulado, que es lo verde en alusión al planeta.

Imagen: Instagram de @bella_brutinhadoagro

En este caso, deberíamos hablar de “Animal Washing”, al apuntar sobre el uso publicitario de los animales, pero al señalar como Humane Washing, indica la falsa condición de humanidad al plantear en las imágenes una situación racional con los animales que en realidad no lo es.

En esta publicación de Marta Vila i Aguilar, podemos profundizar sobre publicidad engañosa en un texto que aborda dos temáticas, tanto “la posible disonancia entre los mensajes publicitarios y la realidad en las explotaciones ganaderas, y el nivel de información de los consumidores en cuanto a las prácticas utilizadas”.

El texto profundiza sobre las implicancias de la “publicidad engañosa” o de la nomenclatura de la Ley de Competencia Desleal de España, dos aspectos legales para este modelo de desinformación.

Sobre esto, la investigadora de Intercids en España (operadores jurídicos por los animales), concluye que “por un lado, es cada vez más frecuente encontrarse con contenido publicitario que muestra imágenes de animales saludables y en entornos idílicos, acompañadas de afirmaciones y certificados de bienestar. Por otro lado, también hemos visto cuáles son las prácticas convencionales de la industria ganadera, que conllevan situaciones de crueldad y unos niveles de explotación que no concuerdan con el mensaje que la publicidad quiere transmitir”. 

Sobre el impacto de esta conducta publicitaria en consumidores, enfatiza: “La desinformación de los ciudadanos, unida a su voluntad de tomar decisiones que favorezcan al bienestar animal, unida a los mensajes publicitarios que no se ajustan a la realidad, acaba resultando en un consumidor convencido de las ventajas de escoger productos animales “responsables”, e incluso dispuesto a pagar por ellos un precio más elevado. Así, el consumidor mantiene su conciencia tranquila, pero los animales siguen sufriendo. De tener la información adecuada (o no tener la desinformación propagada por la industria), quizás sus decisiones de compra serían distintas”.

En complemento, la investigadora profundiza en El Diario.es que la publicidad es la que nos incita a cambiar nuestras conductas y apariencias, más allá de la vida normal en la calle. O en palabras más simples, no es que quieran terminar con la industria ganadera, sino sólo disfrazar sus efectos para aliviar nuestro consumo.

Marta Vila señala que “lo que pasa es que lo queremos todo, y nos han convencido de que podemos tenerlo todo: queremos bienestar animal pero también queremos nuestro queso, nuestras tortillas y nuestros chuletones. Nos encanta comer animales pero no queremos ver de dónde viene realmente nuestra comida. Por esto las empresas de la industria ganadera se ven tentadas a maquillar la realidad de las granjas, porque quieren evitar a toda costa que el consumidor se de cuenta que no hay manera humana de explotar a un animal”.

¿Cómo podemos solucionar esta aberración?

Imagen: IG @nelore_modelo

Hoy en día, el mercado se apoya en las certificaciones para transparentar su trabajo hacia su clientela. Surgen sellos para diferentes usos: “Libre de pastoreo”, “Alimentado con pasto natural”, “Cultivo sin jaulas” o “Producción local”, pero no sabemos si realmente esto tiene un impacto en la vida de seres sintientes, los cuales son parte de una industria de ganadería que altera su vida en el diseño de una industria macabra.

Los terneros y crías de las especies lecheras son separados de sus madres, primero las crías son sometidas a sacrificios o sobrealimentación para un rápido desarrollo y faenamiento de sus carnes. Sus madres son entubadas y se les extrae toda la leche para consumo humano.

Las gallinas son alimentadas en base a químicos, enjauladas de por vida (en un ciclo mucho más corto que el natural) y si se les otorga una alimentación más sana, es sólo para incidir en el producto comercial que se dispone de ellas.

Un punto importante, señalado en esta investigación, es que muchas veces las certificaciones no tienen una correspondencia en la ley, entonces los sellos no son supervisados por organismos estatales, de gobierno, y quedan sujetos a interpretación de los fabricantes de comida animal. Señala el texto que “esta falta de regulación ha creado una oportunidad para que las empresas se dediquen al Human Washing, haciendo afirmaciones sin fundamento sobre el tratamiento ético de los animales en sus productos”.

Decir “libre de jaulas” no significa una vida placentera, se ha advertido del riesgo de las granjas industriales, del alto consumo de productos químicos, o que estos sistemas “libres de pastoreo” no cubren toda la vida de un animal en cautiverio.

Las personas detrás de las certificaciones buscan regular un mercado abierto a la crueldad y explotación animal, pero estos sellos luego caen en el uso indiscriminado desde las empresas por mostrarse buena onda ante el mercado con un negocio de muerte y dolor.

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