Algunas claves de Veganismo popular en América Latina

Algunas claves de Veganismo popular en América Latina

Identificar el veganismo sólo como un modelo de alimentación es reducir un movimiento que inicia en modificar las prácticas alimentarias a nivel individual, pero dentro de una crítica más amplia que propone una nueva concepción de la vida en el planeta.

Sumar al veganismo una característica “popular” permite profundizar sobre ideas económicas y políticas en un cambio a favor de las personas, animales y el medioambiente.

El surgimiento del veganismo, desde su teorización europea en la mitad del siglo XX, hasta su masificación inmersa en un modelo comercial capitalista, ha consolidado también una idea de éste anclada a un modelo de vida algo elitista y comercial.

Para algunas personas, el veganismo se limita a comprar frutas y verduras en el supermercado, comer sólo de los productos del pasillo de alimentos orgánicos, o las versiones veganas congeladas que ofrecen alternativas para seguir haciendo barbacoas a la parrilla. Y luego, las compras se trasladan por un repartidor de aplicaciones, quien no tiene cobertura de salud ni de seguridad por llevar ese pedido en una moto. Este ejemplo no tiene consumo de carne, pero hay algunas ideas relacionadas al veganismo que van más allá de los alimentos.

Siguiendo el ejemplo, no se trata de comprar todo en el supermercado (o por internet) si tenemos ferias o almacenes con productos locales, tampoco es una alimentación exclusiva de productos especiales, sino de encontrar las semillas, legumbres y cereales de tu región.

El veganismo implica una mirada de respeto hacia todas las muestras de vida, lo cual implica una crítica sobre las condiciones de trabajo y explotación de seres vivos, en un modelo de cuidado y respeto por el medio ambiente.

Veganismo popular

En este artículo de la revista Animales y Sociedad, se señala que “la cosificación, la mercantilización y la objetivación de la vida es lo que convierte a las y los trabajadores en “bestias de carga”, a las mujeres en “reproductoras de mano de obra”, a las personas racializadas en “subalternas” y a los animales en “alimento”. Si nuestra conciencia de clase es incapaz de ampliar sus horizontes, expandir sus límites arbitrarios o incluir a quienes sufren opresiones similares, estaremos condenados a repetir la misma lógica supremacista y violenta de la clase opresora. También estaremos condenados a reproducir, provocar y hasta ser víctimas de esta necropolítica, ya que las únicas semillas que germinan son las semillas de la muerte. “Sólo seremos verdaderamente libres cuando liberemos de su cautiverio a la última forma de vida, ya sea mineral, vegetal o animal”.

A renglón seguido, el texto explica que “para que el veganismo sea masivo, debe ser construido de manera popular (es decir, desde la base del pueblo, las masas, el protagonismo de la clase trabajadora), sirviendo realmente como instrumento desde la opresión para la liberación de dicha opresión.

Humanos, animales no humanos y naturaleza: todes somos objetivos de la lógica de producción y los poderes establecidos por las clases dominantes, y con unidad podemos detenerlos y rehacer nuestro mundo. Por eso decimos que ¡El veganismo popular es poder popular!”.

En América Latina, el veganismo popular se sostiene en una crítica hacia el capitalismo como un modelo de explotación y desigualdad. La región se ha categorizado como “el Tercer Mundo”, con países destinados a proveer con sus recursos naturales a las potencias industrializadas que componen el Primer Mundo.

Latinoamérica es una región rica en producción de alimentos y diversidad nutricional, pero sus habitantes hoy están expuestos a pobreza y crisis alimentaria. Muchos ecosistemas, partiendo por el Amazonas en Brasil, hasta la periferia de las grandes ciudades, son suelos y países dominados por la explotación ganadera, la cual además compromete el acceso al agua potable para las personas.

Los principales productos agrícolas son destinados a exportación a países ricos, en desmedro de la garantía de nutrición y alimentos naturales para su propia población.

Veganismo en América Latina

Al analizar el veganismo popular en América Latina, Adriana Méndez sostiene una idea de transversalidad en diferentes luchas sociales, donde “el veganismo se construiría junto al movimiento liberación animal, los colectivos en defensa del medio ambiente, la lucha por la soberanía alimentaria, el movimiento indígena campesino y el feminismo antiespecista, donde se encuentra una relación con sectores oprimidos, que hace frente a la explotación no solamente de animales, personas y otras especies con vida como son los ríos, los cerros, entre otros ecosistemas y círculos vitales”.

La autora señala que el veganismo popular “se contrapone al veganismo hegemónico, liberal, clasista, colonial y occidental, el cual se olvida de la politización, ya que este último presenta al veganismo como una estrategia de marketing para el sector alimenticio, que es solo accesible para algunas personas de élite o con alto poder adquisitivo. En cambio, «el veganismo popular» se desarrolla mediante la inserción social, la educación alternativa y la interseccionalidad, que hace del veganismo algo accesible para toda la población”.

Su investigación aborda los diferentes contextos donde se desarrolla el veganismo popular en Bolivia. Aquí podemos mencionar las “ollas comunes” levantadas por movimientos sociales de resistencia, las cuales permiten alimentar a la comunidad con preparaciones sin carne. Las ollas comunes son un momento de compañerismo (la palabra “compañero” significa “compartir el pan”) en las luchas sociales, marcadas en este país por el levantamiento indígena, activistas medioambientales y grupos afectados por la minería.

En esa línea, Méndez concluye que el veganismo popular “puede llegar a desarrollarse en nuestro contexto, en sintonía con nuestra realidad, aportando a la soberanía alimentaria, la salud, la conservación y cuidado de la madre tierra, a la politización del veganismo y vegetarianismo como alternativa de consumo. El antiespecismo, la lucha por la liberación animal, la liberación de la tierra y la ecología social son prácticas que muchos colectivos ya conciben, indirectamente otros movimientos sociales y corrientes ideológicas toman muy en cuenta el tema de medio ambiente y con esto se visibiliza la problemática de la explotación animal, lo que genera respuestas y alternativas”.

Otro ejemplo de veganismo popular en América Latina se constituye en Argentina, un país de tradición carnívora como un aspecto cultural, tanto para su agricultura, su economía y su alimentación. En ese ámbito, el adjetivo de “popular” hace relación a la misión o prácticas de difusión del veganismo en un país que le cuesta dejar la carne. Las barreras culturales hacen la tarea más difícil a la hora de alcanzar a más personas, pero es un desafío necesario para mejorar los hábitos de una población con altos índices de pobreza.

En Argentina, este estudio señala que un 12% de la población se identifica como vegana o vegetariana, un porcentaje alto para uno de los países con más población en el continente. De este grupo surgen movimientos como Unión Vegana Argentina, Voicot o Acción Animal Argentina, quienes realizan acciones sociales que buscan masificar el veganismo. Su objetivo es sacar el veganismo de los círculos comerciales restrictivos, hasta volverlo una práctica masiva y de bajo costo para la sociedad, sobre todo en un momento de alta inflación y medidas económicas contra las personas de menor poder adquisitivo en el país.

¿Qué pasa con el veganismo en situaciones de pobreza?

Sobre los beneficios del veganismo en situaciones de pobreza o ante la falta de acceso a fuentes alimentarias, Jacqueline Guzmán, colaboradora de Generación Vegana explica que “quizá no todo el mundo tiene la posibilidad de pensar en elegir los alimentos porque deben resolver situaciones complejas para poder comer algo. El cambio estructural sería conseguir que los gobiernos atiendan la demanda que se da en los barrios populares, incentivando una industria que acompañe y modifique los procesos de producción. Los alimentos ya están y no se necesita más plata para hacerse vegano, sino aprender cómo combinar estos alimentos y comprometerse con otros hábitos”.

Popularizar el veganismo no sólo significa cambiar los alimentos en la dieta, sino transformar el modo en que nos relacionamos con la comida, con los seres sintientes y con el planeta y sus ecosistemas. En lo práctico, también apela a un cambio en los hábitos de economía de las comunidades y las naciones, promover otro modelo de desarrollo y de industria, sin repetir las prácticas de explotación y contaminación que vemos hasta hoy.

Este cambio económico es profundizado en este análisis de Brigada Animal, quienes observan otras características de un veganismo popular en México. El artículo establece que “​​el veganismo debe ser popular y para ello debe existir competitividad comercial a través del cese de los subsidios al especismo y una transición alimentaria que ponga énfasis en el desarrollo de la industria alimentaria cien por ciento de origen vegetal, todo lo cual beneficiaría enormemente a la salud, la justicia social, el ambiente, los ciclos reproductivos agrarios y por supuesto, detendría la matanza de cientos de millones de animales inocentes que merecen su libertad”.

El artículo analiza las características del modelo mexicano, exportador de carnes lo cual arrastra un fuerte impacto ambiental de la ganadería y exportador de maíz, perdiendo uno de sus principales recursos naturales y alimentarios, además de identidad para el país.

También los frijoles, los nopales, o el cultivo de frutas, se ha visto cercenado ante el desarrollo de ganadería, o reservado para la producción de exportaciones. Esta producción debe volver a su territorio, ampliando las posibilidades de alimentación de su población.

Más allá de la expansión de un mercado y la consolidación de una industria vegana, el concepto debe permear en la sociedad a través de prácticas y complementos de ética y comunidad, sostenido en hábitos y valores comunes.

El veganismo popular se confirma como una corriente del antiespecismo que más allá de proponer un modelo de alimentación basado en plantas, lo incluye en un sistema de producción natural de recursos alimentarios y acceso equitativo para su población, en concordancia con políticas de protección del medio ambiente y de sus especies habitantes.

Alcanzar a más personas al veganismo, reducir la expansión de la ganadería y favorecer un empoderamiento social de soberanía alimentaria, son un desafío en la masificación y crecimiento de una población vegana.

Visita nuestra sección Activismo para conocer más sobre estos temas.

 

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