Pensar colectivamente es reconocer los derechos de los animales
Desde la ONG Million Dollar Vegan comparten algunas reflexiones para despejar dudas y profundizar la temática.
Durante años, el debate sobre si los animales son capaces de sentir emociones complejas interpeló a la comunidad científica. Luego de diversos estudios, se pudo probar que son seres sensibles, por ejemplo, los cerdos tienen una inteligencia similar a un ser humano de 3 años, las ovejas pueden reconocerse entre sí y las cabras pueden manifestar frustración cuando no son alimentadas o están lejos de su manada.
Entonces, si los animales son seres sintientes que pueden experimentar dolor, miedo, comodidad o alegría, al igual que los seres humanos, ¿no es momento de replantearnos nuestra relación con ellos?
Si bien existe normativa nacional en materia de protección animal como la Ley Federal de Sanidad Animal, la Ley General de Vida Silvestre y las Normas Oficiales Mexicanas en Materia de Bienestar Animal, además de las estipuladas en cada Estado, los animales continúan siendo tratados como mercancía, criados y explotados para el beneficio humano, obligados a pasar sus vidas en granjas industriales donde se los daña emocional y físicamente, al encerrarlos en pequeñas jaulas o espacios sin ventilación ni luz solar, privarlos de alimento suficiente y separarlos de sus pares.
En ese sentido, en junio de este año, la Unión Europea declaró la intención de desarrollar leyes de protección animal, en las que se prohíba las jaulas en la explotación de algunas especies como conejos, gallinas y patos para el año 2027, lo que contribuiría a lograr cierto bienestar animal pero no erradicaría el sufrimiento. Los animales merecen que sus derechos sean reconocidos y respetados.
Jessica González Castro, gerenta de Campañas de Million Dollar Vegan en México, organización internacional sin fines de lucro que busca promover una alimentación a base de plantas para la salud, el medioambiente y los animales, explica:
“La mayoría de las leyes contra la crueldad de los animales exime específicamente a los animales de granja y/o a las prácticas de cría estándar y habituales que utiliza la industria, como el confinamiento intensivo, el corte de cola, la castración (todo ello realizado sin anestesia ni analgésicos) y otras prácticas crueles. Dichas exenciones no son accidentales, son producto de la masiva y poderosa industria, que controla las legislaturas y ejerce un control casi total en la falta de establecimiento de normas para el trato humanitario de los animales de granja”.
Por lo tanto, elegir una alimentación basada en plantas no solamente colabora a minimizar el impacto negativo en el medioambiente, también ayuda a erradicar el sufrimiento animal, respetando y reconociendo el derecho de otras especies de habitar el planeta que compartimos.